13 de octubre de 2015

Receta israelí: cómo replicar las virtudes del modelo en la Argentina


Oren Gershtein, referente del cambio en Israel, analiza cómo crear un ecosistema exitoso a nivel local.

Del Estado llueven recursos que abonan un suelo fértil donde crece una vegetación vigorosa; el agua que se evapora vuelve a cargar las nubes, y el ciclo se repite. Con un gráfico similar al que aparece en los libros de primaria, Oren Gershtein explica cómo se transformó Israel. Casi dos décadas al frente de la incubadora Van Leer Technology Ventures, lo convirtieron en uno de los protagonistas de la consolidación del Silicon Valley de Medio Oriente. Con la ambición de adaptar las virtudes de ese modelo a la Argentina, como lo hizo en Nueva Zelanda, Gershtein visita cada mes esta localidad santafecina con aires de pueblo. Hasta allí, llega como consultor y estratega de la incubadora científico- tecnológica de Sancor Seguros, donde un par de empresas pioneras trabaja en soluciones que aspiran a un alcance global. "El éxito en la creación de un ecosistema -teoriza- depende de la asociación del sector público y el privado". Tal la fórmula de Israel, que traduce a lo local: "Se necesitan dos para el tango". Lo restante es la coordinación de factores. En diálogo con la nacion, Gershtein analiza las posibilidades de crear una fórmula local para impulsar el emprendedorismo.
-¿En qué tipo de países puede funcionar la receta de Israel? ¿Es posible replicarlo aquí?
Siempre busqué una respuesta a lo que pasó en Israel, a cómo una economía basada en agricultura puede convertirse en una basada en la industria tecnológica en menos de 20 años. Entendí que el mecanismo del ecosistema y sus especificidades no pueden duplicarse en otro país, pero sí se puede implementar y ajustar. Funcionó, por caso, en Nueva Zelanda. La condición es que estén los ingredientes: universidades, industria, emprendedorismo, innovación y estado. Luego, la clave es combinarlos a través de una asociación público-privada, que apoye a la industria tecnológica; la única capaz de hacer un cambio importante en el país.
Perder calidad en la escuela primaria ¿podría poner en riesgo la base del talento emprendedor?
La educación es lo primero. Si hay problemas, sin dudas sería un riesgo. En Israel hay programas que empiezan a formar a los chicos de 15 años en emprendedorismo, guiados por gente de la industria. Se agrupan, eligen un CEO, un problema para solucionar.
-¿Cuánto tiempo lleva crear un ecosistema exitoso?
Depende cómo se mida el éxito. Para mí, es la habilidad de crear, como producto de esta asociación start ups de base tecnológica. Depende de los recursos, pero se pueden ver resultados después de 3 o 5 años, y luego el ecosistema crece.
-¿Cuál es su diagnóstico del país?
-Estuve reunido con distintos sectores, y ví un nivel muy alto de emprendedorismo, investigación e innovación. Creo que prácticamente están sentados sobre minas de oro. Lo único que necesita la Argentina es organizarse para que surjan ideas disruptivas de alcance global.
-Si el ecosistema ideal está en el kilómetro 100, ¿dónde estamos?
-Diría que en el kilómetro 10, en la creación de un ecosistema. Pero en relación con los ingredientes, en el 70 u 80. Hay mucho de lo necesario; falta una asociación público-privada.
-¿Cuál debe ser el próximo paso?
-Crear esa asociación a nivel nacional para apoyar a compañías tecnológicas. Un ecosistema no puede crearse a pequeña escala, ni abandonarse, porque es caro volver a empezar.
-Israel empezó con fondos públicos y luego el sistema se privatizó, ¿cuán importante es ese aporte?
-El Estado tiene la responsabilidad de dar apoyo para crear un ecosistema. En Buenos Aires, por ejemplo, hay una iniciativa importante, pero debería tener, no $ 20 millones, sino $ 200 o $ 2000 millones. El secreto es que el Estado no administre compañías, ni oriente las inversiones; debe crear estrategias que implemente el sector privado. Y que entregue fondos, incluso en crisis. En Israel, que invirtió US$ 200 millones al año en préstamos directos, y siguió en la burbuja y la crisis de 2008. El que fracasa, tiene otro medio millón para volver a intentar, y cuando resulta, el Estado cosecha. De cada compañía que se venden, 10 empleados crean 10 nuevas empresas.
-¿Se puede apuntar al mercado mundial? ¿Desde qué sector?
-No creo que haya algo que no puedan hacer. Israel tiene la mitad de población que Buenos Aires y es el segundo ecosistema del mundo. Aquí encontré estrategias regionales, pero si se cambia la forma de trabajar; se puede ser global con disrupciones.
-Pero los venture capitals buscan retornos rápidos y seguros...
-Sí, pero es por la falta de un ecosistema real. El capital vino a Israel cuando estuvo la oportunidad.

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